En la copa llena de vino
el borde seguía con el sabor
de sus labios livianos, seductores
El canto llegó lleno de recuerdos
mientras el humo transportaba su reflejo
En la palma de la noche enardecida
mis dedos conservan la brisa del deseo
de las caricias de la boca hecha de nieve
Esa mirada enmohecida
como si tuviera voz
habita aún en mi piel sensible
Las noches eternas se derritieron
dejando las sombras desnudas
Se extraviaron en la hierba tupida
los sueños compartidos
degenerando las horas
en una tristeza con el color del dolor
El tiempo tuvo miedo del cariño temerario
llevándose consigo
los besos al despuntar el alba
Sus pasos removieron la tierra
haciendo trizas las huellas
dejándome la dulzura de sus vientos
Aquella presencia que rasgaba la soledad
se hizo cenizas en la virginidad de la noche
Se dispersaron contrario a mi camino